Fragmento de la portada de la edición de Sexto Piso |
En su ineptitud, Ebenezer (nuestro poeta) se enamora, sin ningún motivo particular, de una prostituta amiga de la taberna en donde suele ir a escuchar las tertulias de "intelectuales". Ella se ofrece insistente mente por un pago reducido y él se niega en nombre de su profundo amor. Aun que no sucede nada entre los dos más que el tiempo que comparten en la pugna por llegar a un encuentro carnal que nunca llega, a Ebenezer le cobran (a un costo bastante alto) ese intento por hacer que pierda la virginidad.
De ahí arranca su travesía llena de palabrería adornada, poca profundidad e incertidumbres nacientes de historias inconclusas. Saqueos, robos, reclamos, hay de todo en el camino que emprende a Maryland, la tierra prometida de su padre, en la que debería ser capaz de crear un poema épico que hable de la gente, la tierra y las maravillas encontradas en ese paraíso terrenal que se supone que es el nuevo continente.
Pero yo me quedé en la página 245. No avancé más de ahí invadido por un cansancio extremo. De ser un poco menos persistente, habría dejado la historia muchas páginas atrás. Aún así, la idea de que eso no es ni la mitad (ni un cuarto) del camino para llegar al final de la historia me abruma. Quién se pueda esforzar tanto para llegar a la conclusión, que por favor me lo diga.
Ahora, puede que no sea culpa del libro. Puede ser pura cosa mía. Yo, que no tengo las energías suficientes, que ahora necesito es el respiro corto pero denso de las novelas cortas, que no tengo cabeza para concentrarme en una sola cosa, sino que voy saltando de pensamiento en pensamiento en busca de un asidero. Quizá, cuando mi cabeza se calme, pueda volver y sentarme al final de las tardes a leer una página tras otra. Quizá significa que solo quizá.Es muy incierto, porque, aunque para todo hay momento, hay cosas que se intentan una sola vez en la vida y de ahí en adelante uno no se las vuelve a encontrar. No me da miedo que no vuelva a intentar este libro, pero una cosa siempre recuerda a otra, así que también preferiría no dejar la lectura incompleta, solo para no recordar que ahí se quedaron cosas pendientes.
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