Me gustaría contarles algo chévere. Algo que llamara la atención, que los atrapara un rato e hiciera que se olvidaran de sus preocupaciones. Pero al final yo siempre termino hablando de las mías propias, las imágenes que vienen a mi cabeza y soliloquios desproporcionadamente irracionales.
Una de esas cosas es la imagen que me hago cuando me recogen en la noche. El automóvil (una van muy pequeña en donde apenas si caben mis piernas) se desliza a toda velocidad, cayendo en todos los huecos y obligándome a saltar, y arrastra las luces de los postes, las casas y otros carros a los lados. Dentro puedo ver las calles vacías de personas, llenas de basura y mugre, los rastros de que alguna vez alguien estuvo ahí y no le importó en lo absoluto. Más que una descripción viva, la imagen que tengo es una lista de cosas. Bolsas que vuelan entre los carros, rieles fríos llenos de piedras y personas, caños sucios de agua estancada donde pululan las ratas, edificios cerrados porque no son las horas de negocio, lotes vacíos que se convierten en basureros, otras personas que en su mayoría regresan mientras yo salgo. Puentes, fachadas, gasolineras, restaurantes, cementerios. Hay una gran cantidad de cosas que son la ciudad de noche y, una y otra vez, inundando mis recuerdos de la soledad de la noche, cambiando los días por imágenes en blanco y negro.
Yo no sé que tiene la noche pero termina siendo mejor que sea para mi.
Aquí es cuando comienzan las palabrerías que en general no tienen sentido. Seguro es que comienzo a hablar en un código especial dependiendo de eso en lo que esté pensando. Uso ciertas palabras para llegar a ciertas personas, uso ciertas fórmulas para que sean leídas de cierta manera. Publico en ciertos momentos para responder a eso mismo. Un código que esperaría que entienda el aludido, pero, al final, solamente entiendo yo, que soy el que pienso y siento en concordancia con ese código inventado.
Y decimos que hablamos el mismo idioma.
Trabajando me he dado cuenta de cómo todos hablamos de una manera completamente diferente. Ni siquiera son las palabras las que comunican, son determinadas acciones las que se interpretan y depende de uno entenderlas. A veces se envían mensajes al aire con la expectativa de que alguien los atrape, o por lo menos los reciba como se recibe una roca del cielo.Hay gente que puede entenderlos y gente que no. Gente que decide ignorar esos pedidos y gente que los usa para su propio beneficio. Nos comunicamos como nos sirve, como ganamos paz mental. Nunca es completamente honesto lo que decimos, pero siempre y cuando con eso hallamos completado el mínimo de comunicación para nuestro estándar, todo estará bien.
Yo quisiera decir que funciono de manera contraria. Que me comunico claramente, que pregunto lo que ha de preguntarse, que interpreto el lenguaje de los demás y busco las mejores palabras para un mutuo entendimiento. Pero sé que no. Yo entiendo lo que quiero entender y comunico solo parte de lo que tengo en mente. Hay tanto que se queda por fuera.
Es por eso que me recogen y me llevan, porque prefiero ver desde el otro lado de la ventana toda esa mugre y desolación a ser parte de ella.
Bueno... aunque al final todo eso es un engaño.
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