jueves, 19 de octubre de 2023

Aburrimiento

 Llevo un par de horas buscando qué hacer. A través de la pantalla veo todos los anuncios que se hacen pasar por personas en mis redes sociales. Con una mano hago click y con la otra llevo una gomita a mi boca.

He estado comiendo de el mismo paquete desde las tres de la tarde. Son las 7 y diez de la noche y me acabo la última goma. No sé si el ligero dolor en la boca del estómago es por el dulce o la ansiedad.


Sigo sin encontrar algo para hacer. Lo que me gusta hacer me aterroriza. No siento deseos de hacer ninguna de esas cosas, no creo que sea capaz de hacer ninguna de esas. Antes me gustaba leer, me gustaba escribir, me gustaba ver series, jugar videojuegos, jugar Go, buscar información sobre temas que llamaron mi atención durante la semana. Antes sentí algo de pasión por las cosas que me encontraba, me emocionaba la idea de aprender, de quizá compartir algo con alguien, de darme una oportunidad con algo que me atemorizaba, pero ya no.


Ahora me pregunto por qué, en lo absoluto, mantengo contacto con muchas de las cosas que me rodean, cuando eso es casi igual a estar completamente solo.

La soledad eterna.

El otro día pensaba en lo poco que hablo y en lo poco sincero que soy cuando lo hago. Casi que todas mis palabras son sarcasmo, una manera veloz de decir algo que usualmente me tomaría mucho tiempo. Curiosamente es eso lo que la gente escucha con más atención que aquello que digo cuando hablo completamente en serio. Siempre evito comunicarme de verdad, evito el inevitable sentimiento de lo que digo no merece ser escuchado o que mejor hubiera sido mantenerme en silencio.

Y a pesar de sentirme así, la gente aún me busca para que los ayude a solucionar sus cosas. ¿Quién me ayudará a solucionar las mías?

Hasta donde sé, solo yo me puedo encargar. Que desgracia.

Qué increíblemente miserable.

domingo, 9 de julio de 2023

Hasta donde no sé

Parte de las cosas que me animan a mantener este blog tiene que ver con mantener la posibilidad de volver y leer las cosas que he escrito en el pasado. Pocas veces lo hago y, cuando sucede, termino encontrándome errores que terminan por matar cualquier energía que tuviera para terminar la lectura.

Es algo parecido a lo que me pasa cuando intento sacar los cientos de papeles que tengo guardados en el archivador con todos los trabajos que hice durante la universidad. en diferentes momentos he intentado leer lo que he escrito en otros momentos y me cuesta un montón. Me siento algo ridículo después de que empiezo a recordar el momento en que se me ocurrió la idea, la forma en que la ejecuté, la emoción con la que me senté a plasmar esa historia del hombre más grotesco, o la de un muchacho asustado de su primera cita, o de la librería abandonada y reclamada por la naturaleza. Salto de ahí a mis momentos más grandes durante el estudio y a los más bajos discutiendo mis textos frente a otras personas. En este punto creo que nunca escuché realmente lo que estaban diciendo. Tenía oídos para elogios (los cuales rara vez sucedían) pero nunca para recomendaciones o concejos. Me pensaba demasiado intelectual y conocedor como para prestar atención a nada de eso. Posiblemente aún hay cosas en las que no escucho nada que no sean palabras de alabanza.

Tengo un viaje por venir. Visitaré a mis abuelos por mi cuenta. Creo que nunca he viajado a su ciudad exclusivamente a verlos y, aunque este viaje tampoco será exclusivamente para eso, me parece exrtaño estar llamándolos para pedirles que me alojen durante esos días. De igual forma, me preparo como puedo para ir. Y, como mi mente no puede con los pensamientos, he estado buscanod las libretas de viaje que tengo. Tengo la que usé en Cartagena el 2020, primera vez en la vida que viajé a ese lugar y que fui solo sin ninguna persona esperándome en ningún lugar. Me quedé en un hostal, compartiendo habitación con varias personas, fui a uinas conferencias, almorcé en la calle, entré a cafés y compré un par de libros. Por ahí me encontré de casualidad con un par de personas que conozco de vista, saludé a un par de escritores y luego viajé de regreso. En el aeropuerto me encontré con una de mis superiores en el trabajo, algo premonitorio del mierdero al que regresaba después de esas cortas vacaciones. Ella fue muy amable, pero realmente no esperaba un vuelo de regreso en esa compañía. Igual nada pasó, la experiencia fue toda una exageración mía.

En esa libreta encontré varias cosas que me parecen ahora ridículas; la manera en la que hablaba de las personas, la forma en que describí una circunstancia en el hostal, la imagen que me hice de los extranjeros, de las mujeres, de las fachadas; me avergüenzo un poco de lo que vi ahí, no me sentí yo mismo al leerlo. Me pregunté ¿Cómo hice para llegar a esas ideas? Dudé, pero solo un segundo. Estba claro que era yo. No podía ser nadie más. Y aún con eso, me sorprendí no huyendo de lo que estaba escrito ahí. ¿Sería eso algo que yo mismo disfrutaría leer? ¿A pesar de que fuera algo que yo escribiera? Extrañas las ideas que se me pasaban por la cabeza, sí, pero ideas claras a pesar de todo. Con una luz de esperanza, a partir de esto, me voy en un viaje muy corto. No espero volver con nada, principalmente por que no sé a qué vuelvo exactamente, pero también porque si espero algo probablemente me decepcionaré al ver que vuelvo exactamente a la misma vida que he estado llevando por la última serie de años.

El próximo año se acaba mi tercera década de la vida (hace poco me dijeron que la veintena es la tercera década) y el año pasado me propuse un cambio fuerte para cuando cumpliera 30. ¿Cómo me saldrá eso?
Con todo esto dicho, vengo a mi extraño diario, en el que no escribo diariamente, ni semanalmente ni con ninguna clase de regularidad, y digo que ojalá todo salga bien.
Antes podía decir con toda tranquilidad que, al final, todo saldría bien.

Pero tenía mucha fe en eso para alguien que no cree en nada particular.