domingo, 9 de julio de 2023

Hasta donde no sé

Parte de las cosas que me animan a mantener este blog tiene que ver con mantener la posibilidad de volver y leer las cosas que he escrito en el pasado. Pocas veces lo hago y, cuando sucede, termino encontrándome errores que terminan por matar cualquier energía que tuviera para terminar la lectura.

Es algo parecido a lo que me pasa cuando intento sacar los cientos de papeles que tengo guardados en el archivador con todos los trabajos que hice durante la universidad. en diferentes momentos he intentado leer lo que he escrito en otros momentos y me cuesta un montón. Me siento algo ridículo después de que empiezo a recordar el momento en que se me ocurrió la idea, la forma en que la ejecuté, la emoción con la que me senté a plasmar esa historia del hombre más grotesco, o la de un muchacho asustado de su primera cita, o de la librería abandonada y reclamada por la naturaleza. Salto de ahí a mis momentos más grandes durante el estudio y a los más bajos discutiendo mis textos frente a otras personas. En este punto creo que nunca escuché realmente lo que estaban diciendo. Tenía oídos para elogios (los cuales rara vez sucedían) pero nunca para recomendaciones o concejos. Me pensaba demasiado intelectual y conocedor como para prestar atención a nada de eso. Posiblemente aún hay cosas en las que no escucho nada que no sean palabras de alabanza.

Tengo un viaje por venir. Visitaré a mis abuelos por mi cuenta. Creo que nunca he viajado a su ciudad exclusivamente a verlos y, aunque este viaje tampoco será exclusivamente para eso, me parece exrtaño estar llamándolos para pedirles que me alojen durante esos días. De igual forma, me preparo como puedo para ir. Y, como mi mente no puede con los pensamientos, he estado buscanod las libretas de viaje que tengo. Tengo la que usé en Cartagena el 2020, primera vez en la vida que viajé a ese lugar y que fui solo sin ninguna persona esperándome en ningún lugar. Me quedé en un hostal, compartiendo habitación con varias personas, fui a uinas conferencias, almorcé en la calle, entré a cafés y compré un par de libros. Por ahí me encontré de casualidad con un par de personas que conozco de vista, saludé a un par de escritores y luego viajé de regreso. En el aeropuerto me encontré con una de mis superiores en el trabajo, algo premonitorio del mierdero al que regresaba después de esas cortas vacaciones. Ella fue muy amable, pero realmente no esperaba un vuelo de regreso en esa compañía. Igual nada pasó, la experiencia fue toda una exageración mía.

En esa libreta encontré varias cosas que me parecen ahora ridículas; la manera en la que hablaba de las personas, la forma en que describí una circunstancia en el hostal, la imagen que me hice de los extranjeros, de las mujeres, de las fachadas; me avergüenzo un poco de lo que vi ahí, no me sentí yo mismo al leerlo. Me pregunté ¿Cómo hice para llegar a esas ideas? Dudé, pero solo un segundo. Estba claro que era yo. No podía ser nadie más. Y aún con eso, me sorprendí no huyendo de lo que estaba escrito ahí. ¿Sería eso algo que yo mismo disfrutaría leer? ¿A pesar de que fuera algo que yo escribiera? Extrañas las ideas que se me pasaban por la cabeza, sí, pero ideas claras a pesar de todo. Con una luz de esperanza, a partir de esto, me voy en un viaje muy corto. No espero volver con nada, principalmente por que no sé a qué vuelvo exactamente, pero también porque si espero algo probablemente me decepcionaré al ver que vuelvo exactamente a la misma vida que he estado llevando por la última serie de años.

El próximo año se acaba mi tercera década de la vida (hace poco me dijeron que la veintena es la tercera década) y el año pasado me propuse un cambio fuerte para cuando cumpliera 30. ¿Cómo me saldrá eso?
Con todo esto dicho, vengo a mi extraño diario, en el que no escribo diariamente, ni semanalmente ni con ninguna clase de regularidad, y digo que ojalá todo salga bien.
Antes podía decir con toda tranquilidad que, al final, todo saldría bien.

Pero tenía mucha fe en eso para alguien que no cree en nada particular.