miércoles, 31 de mayo de 2017

Lo que es una fragmentación (parte dos)



Lamento distraerme. No lo hago constantemente porque si en algo hay constancia es en estar distraído. ¿No es algo común? Que la vida se pase entre uno y otro acto, entre esta conversación y aquel bus que va con destino desconocido. El tiempo se va y no podemos percatarnos. Por lo menos yo no me percato.
Ayer me llegaron unas cajas y, entre eso y lo otro, se fue el día, como si nunca hubiera estado allí. Para cuando me di cuenta, nada de lo que quería hacer (o pensar) fue posible.
Es por días así que lamento la distracción. Días en que estoy ocupado y, cuando hay algún tiempo, viene a mi la terrible idea de una vida lejos de lo que he querido hacer. Es por días así que puedo lamentar en gran cuantía. Desesperada cuantía. Aún así, me digo que no lo hago.
El punto en común de todo esto es que no hay punto común.
Las secuelas se producen en un intento arbitrario de dar sentido a lo que pasa en nuestras vidas, de lo que pasa en nuestra mente y lo que sentimos en un momento u otro. Pero no hay motivo alguno para que una cosa sea de una otra manera.
Nada tiene sentido.
El sentido de las cosas me lo suelo preguntar.
¿Por qué escribo estas palabras?
Porque siento la necesidad de escribir.
¿Por qué siento la necesidad de escribir?
Porque tengo la impresión de poder hacerlo
¿Por qué tengo la impresión y no la seguridad?
Porque tampoco es que haya logrado mucho con esto.
¿Debo lograr algo para saber si puedo o no puedo?
Claro, porque si no se logra nada no se ha hecho nada.
Entonces, si tengo la impresión, pero no he logrado nada ¿no sería mejor dejar así?

...

Querer pasar de un lado a otro es cuestión de evitar la sensación de vacío. Funciona igual que la persecución del sentido. Funciona igual que la búsqueda de los motivos.
En la vida somos investigadores que persiguen un misterio infinito, pero igual que en El sueño eterno, al final, después de entender que la chica era la asesina, después de entender que sus malvados instintos son incontrolables, después de entender que no importa si es bueno o malo, después de todo estamos ahí, como en el comienzo, donde nada importa.

Pero, inevitablemente, sea con mucho esfuerzo o con poco, en un intervalo y otro buscamos los motivos, avanzamos hacia algún lugar para intentar completar alguna cosa.
¿Por qué será?

sábado, 27 de mayo de 2017

Un viejo encuentro - 1

Quejas
Es muy difícil ser buena persona en esta época. Ser social, ser amable, atento, generoso, inteligente, estudioso, una persona de fe y de actuar bien intencionado. Sin vicios, sin adicciones, amante de los animales y la cultura, informado en materia de política local, contexto nacional, noticias internacionales y diferencias culturales. Pasarse de una o de otra puede ser pecado mortal, porque, ay, que vaina, nos volvimos politiqueros, o pedantes poetas, o vulgares pueblerinos o pobres de mierda. También, si nos falta alguna perspectiva, dirán que somos ignorantes: nos falta como información. En la conversación habrá un dejo de desprecio (y, más veces que las menos, no solo el dejo sino una intención total) y no hay opción más que aguantar, porque, a ver, ignorante, ignorante, ignorante.
Ser buena persona en este momento es muy difícil, sobre todo porque no hay manera de esconder completamente todas las cagadas que uno llega a cometer. No hay tiempo para relajarse, tomar asiento, respirar y olvidar, para luego contar con la anécdota chistosa para una futura ocasión. Todos los días hay que llegar a casa y contar que pasó esto y aquello, con lujo de detalles, ahorrar el hecho, describir como me miró el profesor, o como me habló el jefe, o como quise golpear al estudiante, o que las calles son horribles, y para colmo el alcalde es un cafre.
Pero no solo hay que agotar el hecho; hay que pensar, pensar en exceso. Pensar en lo que se dice, cómo se dice, cuándo se dice, a quién se dice, pensar en el contexto político, social, de clase, de cultura y religión. Si me equivoco en el término: me crucifican, me tiran a la hoguera, porque ignorante, ignorante, ignorante. Entonces, además, no sólo hay que pensar en exceso y agotar el hecho, sino que también hay que estar solo, sacar tiempo de la nada para estar sólo y disfrutar de la Soledad. Pero, eso sí, si no le contesto el teléfono se emputa, y si solo veo los mensajes soy un desgraciado. Porque no hay excusa, siglo veintiuno, el mundo inter-conectado, incluso cagamos y hablamos, hablamos, hablamos sin parar sobre los temas que nos interesan y conocemos, y sobre los que no conocemos también hablamos hasta por los codos; sobre los que nos interesan y sobre los que no; y sobre que el mundo es cada vez peor; y que mucho abuso; y todo termina en que ignorantes, ignorantes, ignorantes. Y entonces resulta que, además —y para agregar a todo eso— dormir es pecado y milagro, porque debo ir y resolver, pero descansar ocho horas, no dormir en la tarde pero de todas maneras nunca sobra una siesta después del almuerzo...