viernes, 24 de agosto de 2018

La nostalgia

En la noche solía levantarme a mirar por la ventana la plazoleta del conjunto residencial en el que vivía.. Todo el mundo estaba dormido a excepción de unos cuantos insomnes. Me paraba en la ventana del tercer piso y buscaba otros edificios en donde la luz de alguna habitación estuviera encendida. Muy pocas veces encontraba algo pero estaba convencido de que tenía que haber más personas que estuvieran despiertas.

Pasaron los años y dejé de pararme en la ventana porque ya no estaba allí, las horas de la noche en que escrutaba la oscuridad cambiaron por horas de ocio sin sentido u objetivo, horas de elección y no de espera. Con el tiempo llegué a entender que la falta de sueño no era producto del inquietante sonido que producía la ciudad en la noche, sino el vacío evidente de la búsqueda inconclusa.

Irónicamente, en las tardes, luego de cumplir con mis pocas responsabilidades, salía a caminar por las vías del tren cercanas, observaba las hojas caídas sobre el pasto en derredor y sacaba fotografías del largo camino por el que sobresalían los rieles. Me iba solo a mirar un camino que quería tomar cuando era posible encontrarme con otras personas.

Y ahora tampoco salgo a caminar, ni a observar los árboles ni he montado alguna vez en tren y no sé cuando vaya a hacerlo (cosa que no parece estar en el horizonte). Ahora me despierto al final de la tarde y salgo por un café a la vuelta, y en el camino, aterido, observo la luna que esta baja e ilumina una porción del cielo mientras una nube se interpone. Ahora me monto en un bus y observo la basura que vuela libremente cuando no hay gente que la pise, veo las marcas en el asfalto, todas llenas de sombras que produce la luz mortecina que el humano engarzó en su poste.

En vez de buscar otros caminos, me escucho decir que me quedé esperando un cambio, una novedad. Pero eso solo quiere decir que me la perdí o que cuando tenía que tomar una decisión no lo hice. La ignorancia o la inercia.

Igual todo esto queda en el olvido, lo que perdure se convertirá en sonidos familiares u olores distinguibles, como el de la madera quemada al final de la tarde, que me habla de un tiempo que no he podido ubicar aún. Se sumará todo al conjunto de cosas sobre las que reacciono y si hay alguna cosa que valga la pena de todo eso, seguramente vendrá a golpearme en la cara cuando menos me de cuenta y terminaré roto en el suelo.

Lo triste es igual de inesperado a lo feliz, así que no vale la pena preocuparse por evitarlo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario