Al final, lo único que poseo en realidad son las palabras que junto y, por asares de la vida, hablan de mi, los demás, y cosas que nada tienen que ver con el mundo real.
Siempre que escribo hablo sobre mí. De alguna manera, así no lo quiera, termino inserto en lo que he escrito, pensamientos y sentimientos que se filtran son obsesiones con las que lucho, pero que a fin de cuentas no puedo controlar. Si nombro la tristeza, es porque la siento; si hablo de la soledad, es porque la siento. Y puede que desde lejos parezca improbable que sea yo el que experimente mis historias, pero no se trata de las historias en sí mismas, si no lo que evocan.
Y no importa si no ves donde estoy. Si lo que yo te cuento genera algo, una duda por lo menos, ya estoy haciendo algo bien. Ahí es cuando hablo sobre ti. Si al leer alguna cosa que escribo tu necesitas detenerte a observar por la ventana, tomar una pequeña pausa o comunicarte con alguien para confirmar que las cosas siguen como son, creo que estoy haciéndolo bien. Habría logrado convertir mis experiencias en algo con lo que otro se pueda relacionar, aunque por mi no haya ningún miramiento.
Aunque hablemos de artificios apunto a ser sincero en toda situación. Así me auto-proclame charlatán, así diga que la mitad de mis palabras son inventos, quiero atenerme a la verdad. Pero la verdad no es solo lo que diga al pie de la letra, son los motivos detrás de una palabra, de una pregunta indeseada.
¿A dónde llegará lo que intento decir? ¿A quién llegará?
De todas maneras hay que recordar que todos hablamos a alguien directamente, así sea a nosotros mismos. Cual sea el mensaje ya se definirá. Hay que seguir intentado llegar lo más lejos que la voz alcance.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario