domingo, 5 de agosto de 2018

Atrapado sin salida - Ken Kesey

Un rostro de portada

No sabría decir exactamente por qué me costó tanto leerlo. Al comienzo pensé que era la edición. Oveja Negra, 1984. Un libro de letras apretujadas y tinta ligera que parecía que se borraría si solo pasaba mi dedo sobre las letras. El contraste con libros que acababa de terminar (por la comodidad del formato, por lo nuevo de su estado) quizá me frenó un poco al regresar a esas ediciones que leía cuando estaba en la universidad, las que compraba en los agáchese de cuarta mano, donde siempre había una oportunidad de encontrar una joya de libro con dedicatoria de amor eterno para Elvira, quien había terminado por regalar o vender el preciado título.

Cuánto he degenerado, ahora que no busco con la misma emoción esas historias secretas que se esconden tras las portadas de os buenos libros. "Te entrego estas letras que no son mías pero al leerlas pienso en ti y pareciera que las hubieran escrito por mi para ti".

Ayudó mucho mi afán por regresar el tomo a su dueña el que hubiera logrado terminarlo. Tenerlo listo era una excusa personal, pero entre más me acercaba al final menos quería regresarlo. Igual lo tengo, igual quiero devolverlo, pero en el fondo permanece la historia. Esa no me puede abandonar, así que puedo dejar el os dobleces de la portada, donde se ha caído la pintura, regresen a su dueña sin problemas.

Ahora, no sé si mi voz pueda llamarla y hacer que se de cuenta que estoy aquí, con su libro en la mano, esperando a que me lo reciba de una vez por todas. ¡Ven aquí! ¡Ey! ¡Te estoy hablando! Parezco el Jefe, narrador de la historia, que guarda silencio en estos momentos porque en el pasado por más que hablara, gritara o lloriqueara, nada  parecía llamar la atención de los "adultos".

Incluso cuando habla por primera vez en diez años parece una cosa de fantasía. Parece un hecho que no estuviera sucediendo. La conversación en medio de la noche que sostuvieron el Jefe y McMurphy parece una fantasía de las muchas que el loco que nos cuenta esta historia tiene a lo largo de la novela. Las primeras palabras que dice no son palabras, son la historia de que dice las palabras. Las siguientes palabras que pronuncia son el desgarrador sonido del silencio que se manifiesta por fin y de ahí en adelante es el dolor que padece lo que traduce sus palabras, dolor que los otros locos entienden y pueden interpretar. 

¿Cómo podría ser de otra manera? ¿Cómo podría ser que la locura no fuera colectiva y hablara u propio idioma? De hablar como todos los demás, la Señorita Ratched habría armado tremendo escándalo ¡Y este indio! ¿Qué? ¿Cómo es que habla? ¿Después de todos estos años? Eso era lo que me imaginaba, pero no sucedió en lo más mínimo.

Solo podía ser que hablaba en otro idioma, o que ella también estuviera loca.

Supondría yo que parte de la degeneración es considerar que yo también lo leo en otro idioma, y por eso me parece de fantasía que el Jefe pudiera decir algo en realidad. Así que hasta que no descubra en que idioma es que me parece de lo más natural que él diga palabras, yo también podría preguntarme si estoy loco.

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